….Madre Antonía Lucía Maldonado
fundadora del actual Monasterio de
Madres Nazarenas Carmelitas Descalzas, y
el hábito morado…
Mi gran amigo y desaparecido hermano nazareno, don RAUL BANCHERO CASTELLANO, ex
Secretario General del
Directorio General
de mi institución la Hermandad del Señor de los Milagros de Nazarenas de
los años 1971/1974 , también fue Capataz Vitalicio de su antigua y querida 1era. Cuadrilla y quién en el año 1972 editó un valioso é histórico libro al que tituló
“Lima y el Mural de Pachacamilla” en el que brillantemente y luego de minuciosa
tarea de investigación nos narra y
reseña datos referidos al Monasterio y a nuestra institución.
Como un homenaje a él y de su libro , deseo transcribir a mis
hermanos nazarenos, principalmente a los que han ingresado en los últimos años,
de información relacionada con la Madre Antonia Lucía Maldonado quien fuera fundadora del Monasterio de Madres Nazarenas Carmelitas
Descalzas, y quien instituyera el uso
del hábito morado, color
que orgullosamente lucimos en el
tradicional mes de octubre y en el que le rendimos fervoroso culto a nuestro Señor de los Milagros y a la Santísima Virgen
de La Nube.
Antonia Lucía
Maldonado Verdugo, fue una mujer predestinada y dotada de singular carisma como
que llegó a ser la fundadora del Instituto Nazareno.
Nació en la ciudad de
Guayaquil, Ecuador, el día sábado 12 de junio de 1646.Fue la segunda hija del
matrimonio de Don Antonio Maldonado Mendoza y de Doña Maria Verdugo Gaitán, no teniéndose
mayores noticias de su hermana mayor.
Sus padres no fueron
de holgada economía, pero la criaron y educaron muy cristianamente. Sensiblemente
era de corta edad cuando falleció su
señor padre y la familia al encontrarse desamparada, vino al Perú.
Antonia Lucía tendría once a doce años cuando ella y su
señora madre, se establecieron en el puerto del Callao donde, a causa de su
pobreza, se dedicaron algunos años a la humilde labor de cigarreras.
Fueron madre e hija,
dos mujeres muy virtuosas, y cuando Antonia Lucía llego a
una edad conveniente, pensó su madre que lo mejor era casarla. Con el
criterio de la época y sin consultársele escogió como futuro esposo a un
hidalgo vecino del puerto, de oficio artillero llamado Alfonso Quintanilla,
pobre de caudales pero de grandes dotes morales, y aunque no era su deseo ni vocación,
obedeció Antonia Lucía para no disgustar a su señora madre.
El matrimonio se efectuó
el 6 de abril de 1676 pero, al darse cuenta Quintanilla que su esposa era una mujer de fervoroso y acendrado misticismo
y con sincera inclinación al servicio de Dios, tuvo la nobleza de respetar sus
sentimientos y, de común acuerdo, guardaron perfecta castidad.
Años después, Antonia
Lucía contaría a las religiosas del Beaterio que durante algún tiempo tuvieron
que hacer viajes por tierra y mar, llegando a conocer siete provincias, aunque
pasando muchas privaciones. Estos viajes fueron motivados por razones del
oficio de Quintanilla y cuando terminaron se radicaron nuevamente en el puerto
del Callao, donde seguía residiendo su madre, doña Maria Verdugo Gaitán.
Nuevamente avecindada
en el puerto, tomó por confesor al Padre Antonio de Céspedes, de la Compañía de Jesús. Este
sacerdote, nacido en Pura, fue un hombre muy culto e ilustrado y estaba considerado
como excelente orador sagrado. Antonia Lucía le confió su verdadera vocación y
sus deseos de servir al Señor fundando un Beaterio de Nazarenas. El Padre
Antonio le presentó al Capitán Francisco Serrano Carrillo de Albornoz, cuñado de
una penitente suya, de quien sabía que estaba dispuesto a ceder un solar de su propiedad para que se fundara un
Beaterio bajo la advocación de Rosa de Santa Maria.
Cuando Antonia Lucía
le puso al tanto de su intención, resolvió cederlo para el Beaterio de
Nazarenas, y poco tiempo después, mientras el donante iniciaba las gestiones
para tramitar las licencias necesarias, la futura Sierva de Dios comenzó a
solicitar ayuda para la construcción del Beaterio. Estos sucesos tuvieron lugar
cuando Antonia Lucía ya vestía la túnica nazarena con la debida autorización de
su esposo. En su testamento, que se guarda en el Archivo del Monasterio,
declara que, hacía 1677 o 1678, previa consulta y licencia del Provisor del
Arzobispado, comenzó a usar el hábito morado y señala como aniversario de este
acontecimiento el día de la
Transfiguración del Señor, que es el 6 de Agosto.
Cuando su esposo se
enteró de estas gestiones, le ofreció hacer votos para ingresar como religioso
al Convento de los Franciscanos Descalzos pero falleció al poco tiempo y sus
restos fueron enterrados en el Convento de Santo Domingo.( El R.P. Rubén Vargas
Ugarte señala como fecha de fallecimiento el día 30 de enero de 1,681).
Antonia Lucía, a causa
de este sensible acontecimiento, quedó en libertad para cumplir con su
propósito y verdadera vocación, y el luto que vistió fue el de la túnica
morada, la misma que después distinguiría a sus fieles y abnegadas discípulas y
seguidoras.
Según datos tomados
por el R.P. Rubén Vargas Ugarte en el Archivo del Arzobispado tenemos
constancia de la donación del Beaterio del Callao:….”El 15 de octubre de 1,681, ante el escribano público Gregorio
Morales Medrano, Doña Antonia de Soto y Figueroa, mujer del Capitán Francisco
Serrano, con las formalidades necesarias y licencia de su marido, hizo donación
a ANTONIA MALDONADO de JESUS NAZARENO, a quien se titula SUPERIORA del
MONASTERIO de las casas de su morada y otra para la fundación del mismo, con la
obligación de que en él serían admitidas 13 niñas y 4 mujeres ancianas, pero reservándose
la facultad de mudar o revocar dicha donación”.
El recogimiento en el
Beaterio se inició con anticipación a la donación ante notario y la Madre Antonia Lucía tuvo la
grata satisfacción de recibir en él a su señora madre, quien vistió también la túnica morada, recibiendo el
nombre de MARIA de la PURIFICACION. Esta
excelente mujer supo dar muy buenos ejemplos de obediencia, devoción y humildad
y de estricto cumplimiento de los deberes del Beaterio, hasta el día que falleció
en concepto de gran sierva de Dios.
Para la Madre Antonia Lucía la muerte
de su señora madre, tuvo que ser un acontecimiento muy penoso, porque además de
quererse entrañablemente, fueron dos mujeres muy unidas, que soportaron
resignadamente la pobreza y los sufrimientos.
Esta es púes, una
breve historia de la Reverenda Madre
Antonia Lucía Maldonado, fundadora
del actual Monasterio de Madres
Nazarenas Carmelitas Descalzas, quién
juntamente con otras beatas se constituyeron en las fieles Guardianas y
Cuidadoras de la Sagrada
imagen del Señor de los Milagros entronizada en el altar mayor de la iglesia,
bella estampa que fuera pintado por un
humilde mulato de Angola morador del sector de Pachacamilla.
(*) Fuente:
“Lima y el Mural de Pachacamilla” (Historia del Señor de los Milagros de
Nazarenas, del Monasterio y de la
Hermandad) de Raúl Banchero Castellano.
Promotor Cultural
E-mail: quiquebravo3@hotmail.com
(c) 9 9651-0337
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