jueves, 27 de septiembre de 2012

….Madre Antonía Lucía Maldonado y el hábito morado…



….Madre Antonía Lucía Maldonado fundadora del  actual Monasterio de Madres Nazarenas Carmelitas Descalzas,  y el  hábito morado…


Mi  gran amigo y desaparecido hermano  nazareno, don RAUL BANCHERO CASTELLANO, ex Secretario General del
Directorio General de  mi institución   la Hermandad del Señor de los Milagros de Nazarenas de los años 1971/1974 ,  también   fue Capataz Vitalicio de su  antigua y querida  1era. Cuadrilla y quién en el año 1972 editó  un valioso é histórico libro al que tituló “Lima y el Mural de Pachacamilla” en el que brillantemente y luego de minuciosa tarea de investigación nos narra y  reseña datos referidos al Monasterio y a nuestra institución.

Como un homenaje a él  y de su libro , deseo transcribir a mis hermanos nazarenos, principalmente a los que han ingresado en los últimos años, de información relacionada con la Madre Antonia Lucía Maldonado  quien fuera fundadora del   Monasterio de Madres Nazarenas Carmelitas Descalzas,  y quien instituyera el uso del  hábito  morado, color  que orgullosamente  lucimos en el tradicional mes de octubre y en el que le rendimos fervoroso  culto a nuestro Señor de los Milagros y a la Santísima Virgen de La Nube.

Antonia Lucía Maldonado Verdugo, fue una mujer predestinada y dotada de singular carisma como que llegó a ser la fundadora del Instituto Nazareno.
Nació en la ciudad de Guayaquil, Ecuador, el día sábado 12 de junio de 1646.Fue la segunda hija del matrimonio de Don Antonio Maldonado Mendoza y de Doña Maria Verdugo Gaitán, no teniéndose mayores noticias de su hermana mayor.

Sus padres no fueron de holgada economía, pero la criaron y educaron muy cristianamente. Sensiblemente  era de corta edad cuando falleció su señor padre y la familia al encontrarse desamparada,  vino al Perú.

Antonia Lucía  tendría once a doce años cuando ella y su señora madre, se establecieron en el puerto del Callao donde, a causa de su pobreza, se dedicaron algunos años a la humilde labor de cigarreras.

Fueron madre e hija, dos mujeres muy virtuosas, y  cuando  Antonia Lucía  llego a  una edad conveniente, pensó su madre que lo mejor era casarla. Con el criterio de la época y sin consultársele escogió como futuro esposo a un hidalgo vecino del puerto, de oficio artillero llamado Alfonso Quintanilla, pobre de caudales pero de grandes dotes morales, y aunque no era su deseo ni vocación, obedeció Antonia Lucía para no disgustar a su señora madre.

El matrimonio se efectuó el 6 de abril de 1676 pero, al darse cuenta Quintanilla que su esposa era  una mujer de fervoroso y acendrado misticismo y con sincera inclinación al servicio de Dios, tuvo la nobleza de respetar sus sentimientos y, de común acuerdo, guardaron perfecta castidad.

Años después, Antonia Lucía contaría a las religiosas del Beaterio que durante algún tiempo tuvieron que hacer viajes por tierra y mar, llegando a conocer siete provincias, aunque pasando muchas privaciones. Estos viajes fueron motivados por razones del oficio de Quintanilla y cuando terminaron se radicaron nuevamente en el puerto del Callao, donde seguía residiendo su madre, doña Maria Verdugo Gaitán.

Nuevamente avecindada en el puerto, tomó por confesor al Padre Antonio de Céspedes, de la Compañía de Jesús. Este sacerdote, nacido en Pura, fue un hombre muy culto e ilustrado y estaba considerado como excelente orador sagrado. Antonia Lucía le confió su verdadera vocación y sus deseos de servir al Señor fundando un Beaterio de Nazarenas. El Padre Antonio le presentó al Capitán Francisco Serrano Carrillo de Albornoz, cuñado de una penitente suya, de quien sabía que estaba dispuesto a ceder un  solar de su propiedad para que se fundara un Beaterio bajo la advocación de Rosa de Santa Maria.

Cuando Antonia Lucía le puso al tanto de su intención, resolvió cederlo para el Beaterio de Nazarenas, y poco tiempo después, mientras el donante iniciaba las gestiones para tramitar las licencias necesarias, la futura Sierva de Dios comenzó a solicitar ayuda para la construcción del Beaterio. Estos sucesos tuvieron lugar cuando Antonia Lucía ya vestía la túnica nazarena con la debida autorización de su esposo. En su testamento, que se guarda en el Archivo del Monasterio, declara que, hacía 1677 o 1678, previa consulta y licencia del Provisor del Arzobispado, comenzó a usar el hábito morado y señala como aniversario de este acontecimiento el día de la Transfiguración del Señor, que es el 6 de Agosto.

Cuando su esposo se enteró de estas gestiones, le ofreció hacer votos para ingresar como religioso al Convento de los Franciscanos Descalzos pero falleció al poco tiempo y sus restos fueron enterrados en el Convento de Santo Domingo.( El R.P. Rubén Vargas Ugarte señala como fecha de fallecimiento el día 30 de enero de 1,681).

Antonia Lucía, a causa de este sensible acontecimiento, quedó en libertad para cumplir con su propósito y verdadera vocación, y el luto que vistió fue el de la túnica morada, la misma que después distinguiría a sus fieles y abnegadas discípulas y seguidoras.

Según datos tomados por el R.P. Rubén Vargas Ugarte en el Archivo del Arzobispado tenemos constancia de la donación del Beaterio del Callao:….”El 15 de octubre de 1,681, ante el escribano público Gregorio Morales Medrano, Doña Antonia de Soto y Figueroa, mujer del Capitán Francisco Serrano, con las formalidades necesarias y licencia de su marido, hizo donación a ANTONIA MALDONADO de JESUS NAZARENO, a quien se titula SUPERIORA del MONASTERIO de las casas de su morada y otra para la fundación del mismo, con la obligación de que en él serían admitidas 13 niñas y 4 mujeres ancianas, pero reservándose la facultad de mudar  o revocar  dicha donación”.

El recogimiento en el Beaterio se inició con anticipación a la donación ante notario y la Madre Antonia Lucía tuvo la grata satisfacción de recibir en él a su señora madre, quien vistió  también la túnica morada, recibiendo el nombre de MARIA  de la PURIFICACION. Esta excelente mujer supo dar muy buenos ejemplos de obediencia, devoción y humildad y de estricto cumplimiento de los deberes del Beaterio, hasta el día que falleció en concepto de gran sierva de Dios.

Para la Madre Antonia Lucía la muerte de su señora madre, tuvo que ser un acontecimiento muy penoso, porque además de quererse entrañablemente, fueron dos mujeres muy unidas, que soportaron resignadamente la pobreza y los sufrimientos.

Esta es púes, una breve historia de la Reverenda Madre  Antonia Lucía Maldonado, fundadora del  actual Monasterio de Madres Nazarenas Carmelitas Descalzas,  quién juntamente con otras beatas se constituyeron en las fieles Guardianas y Cuidadoras de la Sagrada imagen del Señor de los Milagros entronizada en el altar mayor de la iglesia, bella estampa  que fuera pintado por un humilde mulato de Angola morador del sector de Pachacamilla.


(*) Fuente: “Lima y el Mural de Pachacamilla” (Historia del Señor de los Milagros de Nazarenas, del Monasterio y de la Hermandad) de Raúl Banchero Castellano.


Enrique Bravo Castrillón
Promotor Cultural
 E-mail:  quiquebravo3@hotmail.com
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