Foto.- año 1928..................pampa de Amancaes...
PAMPA DE AMANCAES
Linda Pampa de Amancáes,
donde se daba el milagro
de despertar de anual letargo
con polka, tondero y vals.
El amarillo que es suerte
y que trae algarabía
todos los cerros cubría
¡Cuánto daría por verte!.
Como crecen espontáneas
hermosas flores silvestres,
brotaba igual la jarana
con bello sabor campestre,
indiferentes miradas
tornábanse en simpatías
al embrujo de melodías
de cuerdas muy bien pulsadas,
arpegios que disparaba,
como flechas de cupido,
franco tirador herido
que sus penas ocultaba.
Suspiros y parpadeos
o el cuento de la tierrita
que fingía una damita
para insinuar el “Flirteo”:
“Por favor sópleme este ojo,
no sé si es tierra o pajita.
ponía en “U” la trompita
provocándote el antojo”
y desde ese momento,
sin poder cambiar de tema,
ya era tuyo el dilema
(soplar p’a fuera o pa’ entro).
Luego ojitos que rasgaban
cristalinas carcajadas,
lindas y tiernas miradas
en que el alma se entregaba.
valses, polcas, marineras
que llegaban oportunas
porque la temperatura
ya insinuaba hacer locuras.
Chicha de jora o maní
o morada con mixturas,
retornaban la frescura
a la sangre por hervir,
después darle al paladar
un premio muy merecido,
nunca tan fácil ha sido
sólo cabe recordar.
Fuente de fierro enlozado,
con cabeza de chancho horneado,
con su ají verde en las fosas
y lechuga a sus costados,
anticucho, chonchollí,
papita con huacatay,
choclos, papas con maní,
miga de gallina, ají,
tacu tacu, su caucau,
arroz con pato, cebiche,
carapulca, escabeche,
y el infalible “saltau”
y ya no quiero seguir,
porque sé bien que provoca.
¡Cómo se hace agua la boca,
evocando ese vivir!.
Una lluvia de arco iris
derramaba sus colores,
policromando la pampa,
confundiendo rico y pobre,
fotógrafos ambulantes
trípode y capucha negra,
que perpetuaban la juerga
de algún solvente viandante.
La iglesia, la fe, la cruz,
que siempre estuvo presente
y en que cada concurrente
oró entre “salú y salú”.
Los efluvios de las flores
mezclados con la llovizna
daban en forma muy fina
un adiós, hasta otro junio.
A uno que otro borrachín,
con “soroche” de mamey,
un custodio de la ley
a su fiesta ponía fin.
desparramando su gozo
la noche aún era propicia,
para últimas caricias
de parejitas de mozos,
durante el peregrinaje
del cerro a la ciudad,
con trofeos amarillos.
¡Ramos de flor de Amancáes!.
Germán Súnico Bazán
Linda Pampa de Amancáes,
donde se daba el milagro
de despertar de anual letargo
con polka, tondero y vals.
El amarillo que es suerte
y que trae algarabía
todos los cerros cubría
¡Cuánto daría por verte!.
Como crecen espontáneas
hermosas flores silvestres,
brotaba igual la jarana
con bello sabor campestre,
indiferentes miradas
tornábanse en simpatías
al embrujo de melodías
de cuerdas muy bien pulsadas,
arpegios que disparaba,
como flechas de cupido,
franco tirador herido
que sus penas ocultaba.
Suspiros y parpadeos
o el cuento de la tierrita
que fingía una damita
para insinuar el “Flirteo”:
“Por favor sópleme este ojo,
no sé si es tierra o pajita.
ponía en “U” la trompita
provocándote el antojo”
y desde ese momento,
sin poder cambiar de tema,
ya era tuyo el dilema
(soplar p’a fuera o pa’ entro).
Luego ojitos que rasgaban
cristalinas carcajadas,
lindas y tiernas miradas
en que el alma se entregaba.
valses, polcas, marineras
que llegaban oportunas
porque la temperatura
ya insinuaba hacer locuras.
Chicha de jora o maní
o morada con mixturas,
retornaban la frescura
a la sangre por hervir,
después darle al paladar
un premio muy merecido,
nunca tan fácil ha sido
sólo cabe recordar.
Fuente de fierro enlozado,
con cabeza de chancho horneado,
con su ají verde en las fosas
y lechuga a sus costados,
anticucho, chonchollí,
papita con huacatay,
choclos, papas con maní,
miga de gallina, ají,
tacu tacu, su caucau,
arroz con pato, cebiche,
carapulca, escabeche,
y el infalible “saltau”
y ya no quiero seguir,
porque sé bien que provoca.
¡Cómo se hace agua la boca,
evocando ese vivir!.
Una lluvia de arco iris
derramaba sus colores,
policromando la pampa,
confundiendo rico y pobre,
fotógrafos ambulantes
trípode y capucha negra,
que perpetuaban la juerga
de algún solvente viandante.
La iglesia, la fe, la cruz,
que siempre estuvo presente
y en que cada concurrente
oró entre “salú y salú”.
Los efluvios de las flores
mezclados con la llovizna
daban en forma muy fina
un adiós, hasta otro junio.
A uno que otro borrachín,
con “soroche” de mamey,
un custodio de la ley
a su fiesta ponía fin.
desparramando su gozo
la noche aún era propicia,
para últimas caricias
de parejitas de mozos,
durante el peregrinaje
del cerro a la ciudad,
con trofeos amarillos.
¡Ramos de flor de Amancáes!.
Germán Súnico Bazán
No hay comentarios:
Publicar un comentario