lunes, 22 de noviembre de 2010

...el "chino" Luis Abelardo, visto por Manuel Acosta Ojeda...



EL "CHINO-CHOLO" LLEGÓ A LIMA EN 1946, PERO
LOS CONDICIONAMIENTOS DE NUESTRA NIÑEZ
SON IMBORRABLES Y DEFINITORIOS. ABELARDO
SE ARRULLÓ CON LA VIGOROSA, PERO TIERNA
MÚSICA CHICLAYANA. Y SU MEMORIA GUARDÓ
PARA SIEMPRE MELODÍAS Y LETRAS LIMPIAS.


Un día como hoy del año 1927, nació uno de los más brillantes compositores nacionales, don Luís Abelardo Takahashi Nuñez.
Manuel Acosta Ojeda, otro extraordinario vate popular y gran amigo del  popular” Chino” ha escrito el día de hoy , para la Revista “Variedades” del diario oficial El Peruano, un artículo sobre Luís Abelardo que comparto con ustedes estimados lectores.

Enrique Bravo Castrillón.



LUIS ABELARDO TAKAHASHI NÚÑEZ

El "chino" Abelardo fue el creador del valse con sabor a norte. Un prolífico compositor y músico. La gran Chabuca Granda lo consideró el mejor compositor de valses de su época. Todo un maestro de la música.

Ferreñafe parece un espejo del cielo.
Es uno de los pueblos más bonitos
de nuestra costa norte. Dicen que pro-
duce el mejor arroz del mundo. Allí, del dulce
beso japonés de don Zacuzo en los labios
mochicas de doña Tarcila, vino al Perú Luis
Abelardo Takahashi Núñez, un 22 de noviem-
bre de 1927.
Don Zacuzo Takahashi llegó a nuestras
playas, desde su lejano Japón en 1916. Se
casó con la señorita Tarcila Núñez, de la ilus-
tre familia de los Núñez Delgado. Tuvieron
cinco hijos, Amelia, Abelardo, Jorge, Soledad
y Blanca.
El "chino" Abelardo nació en la calle San
Martín Nº 215, en el corazón de "Ñafe". Fren-
te a esa casa vivían los hermanos Cabrera,
que eran muy buenos músicos y tan negros
que brillaban. Les decían "La banda de los
espejos". Luego se mudaron al jirón de La
Unión, siempre en "Ñafe".
El "chino-cholo" llegó a Lima en 1946,
pero los condicionamientos de nuestra niñez
son imborrables y definitorios. Abelardo se
arrulló con la vigorosa, pero tierna música chi-
clayana. Y su memoria guardó para siempre
melodías y letras limpias, como la conciencia
de nuestros niños. Nadie puede dar lo que no
tiene, el "chino" dio mucho porque recibió mu-
cho, de nuestro pueblo todopoderoso.
En uno de sus viajes a "Ñafe", conoce
a quien fuera la compañera de toda su vida,
Nila Bautista, volviendo a Lima con ella en
1958. Hacen un nido, como los "chilalos" en
la calle La Palma, jirón Arica 266, en Breña.
Entre marineras y valses "revienta" la primera
flor de sus besos: Tarcila Cristina.
Allí escribió:

"Cuando coseche el arroz, que en mi fundo
yo he sembrado, te compraré la casita con la
que tanto has soñado...".

Y así fueron naciendo canciones y reto-
ños: Elizabeth, María Nila, Rosa, Abelardo,
Adela y Pedro.
Con Abelardo recorrimos gran parte del
territorio patrio, él me hizo caminar por Tum-
bes, Piura, Lambayeque, La Libertad; cono-
ciendo músicos y poetas populares. Y yo lo
llevé a Huánuco, a las alturas de Cerro de
Pasco, Cusco, Junín, Arequipa, Moquegua
y Tacna.
Y por el año 1974, hicimos juntos el disco
El Nuevo Día, en el cual incluimos cuatro can-
ciones con letras mías y música del "chino",
con la intención de revivir la creación colec-
tiva, que produjo canciones muy bellas. Pero
no tuvo eco.
Sus canciones rompieron récord, no ha-
bía cantor que no interpretara alguna de sus
obras musicales. Pero, como suele suceder,
lo más sencillo es lo que pega más rápido,
así quedó "Mal paso" como un himno en las
peñas comerciales.
Canciones como “Engañada”, “Con
locura”, “Imaginación”, “Ansias”, “Que viva
Chiclayo”, “Mis anhelos”, “El chisco silbador”,
forman parte del repertorio aun cantado, pero
yo me quedo con “El nuevo día”, “El árbol, mi
madre y yo”, “El chiclón”, “Corazón de Urpi” y
los huainos “América despierta”, “Como una
estrella”, “Por aquí pasaron”.
Siendo para este humilde servidor su
obra máxima:

"El puente".

Al otro lado del puente
un nuevo cielo me espera
yo voy a cruzar el puente
aunque al cruzarlo yo muera.
Y si yo logro cruzarlo
será mi mayor consuelo
la muerte no será muerte
no hay muerte bajo ese cielo.
Son profundos los abismos
que esperan al caminante
si vas a cruzar el puente
no te muestres vacilante.
Tormentoso es mi destino
lágrimas que voy dejando
gracias a Dios, felizmente
el puente ya voy cruzando.
Allí las aves son libres
anidan en los laureles
hay rosales sin espinas
y los árboles no mueren
los ríos no tienen dueño
ni las montañas tampoco
todos aplacan su sed
bebiendo en la misma fuente.
¡Dígame, si no hay razón!
¡Para que yo cruce el puente ¡

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